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¿El 2 de octubre se olvidó?

  • anitzeld
  • hace 11 horas
  • 2 Min. de lectura

Del 68 a las madres buscadoras: medio siglo de impunidad


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El 2 de octubre de 1968 ya no es sólo un recuerdo. Se ha vuelto consigna repetida, bandera desgastada, moneda de cambio político. ¿Cuándo perdió vigencia? Tal vez cuando se quedó atrapado en los discursos oficiales y en los rituales cívicos que cada año parecen decir “recordamos” mientras el presente sigue siendo un campo de desapariciones. Porque si algo une al 68 con Ayotzinapa y con los más de 130 mil desaparecidos en México, es la misma raíz: la injusticia que se hereda de generación en generación.


Luisa Huertas tenía 17 años cuando el Ejército entró a las escuelas con bayonetas y tanquetas. Medio siglo después, esa imagen no la abandona. En la película No nos moverán encarna a Socorro, una mujer que lleva 56 años buscando justicia por su hermano asesinado en Tlatelolco. Su voz se entrelaza con la de miles de madres que hoy buscan a sus hijos en fosas clandestinas. No es sólo la ficción de un personaje: es la continuidad de un duelo que México nunca cerró.


Elena Poniatowska lo entendió temprano. En La noche de Tlatelolco no escribió una crónica de la masacre, sino un coro de voces que se resisten al olvido. Testimonios de estudiantes, familiares, maestros, jóvenes anónimos que hicieron del libro una herida colectiva, siempre abierta. Ese mismo coro se extiende hasta hoy: lo forman las madres buscadoras, los padres de Ayotzinapa, los familiares que sostienen carteles con rostros de desaparecidos en cada marcha.


Quizá el 68 perdió vigencia como bandera única porque dejó de abarcar el tamaño del agravio. No bastaba una fecha: la represión no fue un episodio, sino un método que se repite. Pero como insiste Huertas, el afán de justicia se mantiene vivo. Lo llevan en sus pasos los jóvenes que aún marchan, aunque no lo vivieron; lo sostienen las familias que excavan la tierra con sus propias manos.


Recordar el 68 hoy no es mirar atrás. Es reconocer que la misma impunidad sigue aquí. Lo esencial, como escribió Poniatowska y como reclama Huertas, es que la palabra siga diciendo, protestando, luchando. Y si el poder desgasta las fechas para vaciarlas de sentido, cada generación tiene la posibilidad de recuperarlas. El guiño está en ustedes, los más jóvenes: que el “2 de octubre no se olvida” no sea un eco viejo, sino una promesa viva de que la injusticia no será eterna.

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