top of page

Me duele el dolor que no le duele a nadie

  • anitzeld
  • 13 mar
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 24 mar

El dolor invisible: la indiferencia ante la tragedia


Me duele el dolor que no le duele a nadie, ese que se diluye en la indiferencia cuando la realidad es enterrada por el silencio. Es el dolor de las madres que sangran por los que han desaparecido, por aquellos que un día estuvieron y al siguiente se desvanecieron sin dejar rastro. ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Cuándo la vida perdió su valor y la dignidad dejó de ser un derecho inquebrantable? La impunidad se ha convertido en una losa que asfixia cualquier intento de justicia y ahoga las ideologías que alguna vez lucharon por un mundo mejor.



La deshumanización de la tragedia

Lo que vivimos en México no es solo una crisis de seguridad, sino un colapso moral y social. Es un reflejo de lo peor de nuestra historia, una sombra de lo que alguna vez vimos en los campos de exterminio nazi. Aunque los contextos son distintos, el símil se sostiene en la deshumanización sistemática de las víctimas. En ambos casos, se les despoja de su identidad, se les reduce a números y se les condena al olvido.

El símil entre lo que ocurre en México y los campos de exterminio nazis se puede entender en un plano simbólico y estructural, aunque, por supuesto, las magnitudes y circunstancias son muy diferentes. En ambos casos, hay un proceso sistemático de deshumanización, violación de derechos humanos y un silencio generalizado ante el sufrimiento de las víctimas.


Desapariciones forzadas: En los campos de concentración nazis, las víctimas eran arrestadas, despojadas de su identidad y sometidas a condiciones inhumanas, lo que las convertía en simples números, despojadas de su humanidad. En México, las desapariciones forzadas son una realidad que afecta a miles de personas. Muchos desaparecen sin dejar rastro, y las autoridades, en muchos casos, no toman medidas efectivas para encontrar a los responsables o a las víctimas. En ambos contextos, hay una desaparición de la persona como individuo y una negación de su valor como ser humano.


Indiferencia de la sociedad y la impunidad: En los campos nazis, hubo una indiferencia generalizada tanto en la sociedad alemana como en muchos otros países que miraban hacia otro lado ante la barbarie. De forma similar, en México, la violencia, las desapariciones y los abusos cometidos por el crimen organizado y en algunos casos por el mismo estado, han sido tolerados por una sociedad que se ha visto desbordada por el miedo o la resignación. La impunidad reina en muchos casos, ya que los perpetradores rara vez enfrentan justicia, y las víctimas quedan en el olvido.


La deshumanización: En los campos de concentración nazis, las víctimas fueron vistas como menos que humanas, reducidas a su raza, ideología o nacionalidad. En México, la violencia extrema y la impunidad han causado que las víctimas sean vistas, a veces, como números o como parte de una narrativa de "criminalización" en lugar de ser reconocidas como seres humanos. En muchos casos, los discursos que criminalizan a las víctimas de la violencia contribuyen a la deshumanización.


El silencio y la negación del dolor: Las madres que buscan a sus hijos en México, a menudo en medio de la indiferencia de las autoridades, enfrentan un sufrimiento similar al de las madres en tiempos del nazismo que buscaban a sus hijos en medio del horror de la guerra y los campos de concentración. El dolor de las víctimas es sistemáticamente ignorado o minimizado, y muchas veces, la sociedad parece seguir adelante como si nada hubiera sucedido.





Si bien la situación de México no es idéntica a la de los campos de concentración nazis, el paralelo subraya el peligro de la indiferencia ante el sufrimiento humano, la deshumanización de las víctimas, y el vacío de justicia que permite que la violencia persista sin consecuencias. Es un recordatorio de que, en cualquier contexto, cuando se ignoran los derechos humanos y se permite que la violencia prolifere, los resultados pueden ser desastrosos para la sociedad en su conjunto.


La indiferencia como cómplice

Así como en la Alemania nazi muchos miraron hacia otro lado, hoy en México también hay quienes eligen la indiferencia. El miedo, la resignación o la simple comodidad han generado una apatía colectiva. Nos hemos acostumbrado a ver las cifras de desaparecidos como si fueran números abstractos, sin recordar que detrás de cada uno hay una historia, una familia rota y un futuro truncado.


La impunidad reina porque hemos permitido que así sea. Los perpetradores raramente enfrentan la justicia y, mientras tanto, los políticos se culpan los unos a los otros sin ofrecer soluciones reales. La sociedad, por su parte, ha dejado de exigir, ha normalizado la violencia y ha perdido la capacidad de indignarse.


El dolor de un país que sangra

Me duele mi país. Me duelen los funcionarios que encubren o ignoran. Me duelen los políticos que hacen de la tragedia un discurso sin consecuencias. Me duelen las madres y los padres que reconocen las prendas de sus hijos en fosas clandestinas. Me duelen los que aún buscan, los que siguen escarbando en la tierra con la esperanza de encontrar a los suyos. Me duele la sociedad apática, conformista, que ha aprendido a vivir con el horror.


Me duelen las cifras y cada vida que representan. Me duelen los futuros cancelados por la violencia y la impunidad. Me duele México.


Y lo que más duele es saber que podríamos hacer algo, pero elegimos no hacerlo.


Anitzel Díaz



Según informaron los colectivos Huellas de la Memoria y Red Regional de Familias Migrantes, la acción está programada para el próximo 15 de marzo de 2025; día en el que también se planea realizar una vigilia en el Zócalo de la Ciudad de México.



Commenti


Historias del día

bottom of page