La lengua yoreme resiste: un canto en peligro en el norte de México
- anitzeld
- 7 ago
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Actualizado: 9 ago
“Yorem nokki juútuki yéye bwiaka”
Desglose del título:
Yorem nokki = lengua yoreme
juútuki = poco a poco / lentamente
yéye bwiaka = se está acabando / se está yendo / se está perdiendo
Los Yoremes son fieles observadores de la naturaleza, su nombre quiere decir “el pueblo que respeta la tradición” una tradición artístico-musical, donde la lucha por preservar su identidad étnica es un esfuerzo palpable hasta nuestros días

En México, país de profunda diversidad lingüística, la pérdida de las lenguas indígenas avanza con rapidez. Una de las más amenazadas es el yorem nokki —la lengua yoreme mayo— hablada en el norte del país, principalmente en comunidades de Sonora y Sinaloa. Hoy, sólo unos 17.000 de los 140.000 yoreme conservan su lengua materna, y la mayoría son personas adultas mayores.
Esta situación no es única. A nivel nacional, el 40 % de las lenguas indígenas ha dejado de transmitirse entre generaciones, y la proporción de hablantes ha caído del 15,4 % en 1900 a apenas el 6,2 % en 2020. La discriminación, la castellanización escolar, la migración y la desconexión cultural son algunos de los factores que empujan al abandono lingüístico.
“Se canta, pero no se siente”
El investigador yoreme Antolín Vázquez Valenzuela, galardonado con el Premio Nacional de Artes y Culturas Populares, ha dedicado su vida a preservar la lengua y las tradiciones de su pueblo. Desde su comunidad en El Júpare, Sonora, advierte que las nuevas generaciones repiten los cantos tradicionales sin comprender su significado espiritual. La Danza del Venado, uno de los ritos más emblemáticos, se convierte así en una representación sin alma.
“Muchos jóvenes solo aprenden el canto de los mayores, pero no lo sienten, no asimilan sus términos profundos”, explica Vázquez Valenzuela. “Los niños solo conocen palabras sueltas; los jóvenes, apenas frases más largas. La lengua vive en el corazón de los ancianos”.
La lengua yoreme, como muchas otras en México, no solo se transmite en palabras: está viva en los cantos, en la hirúkiam (raspador), en los rezos a la lluvia, en las danzas agrícolas como la del Pájara, que Antolín logró revivir después de décadas de olvido.
Un país que olvida sus voces originarias
En el marco del Día Internacional de las Lenguas Maternas, autoridades mexicanas reconocieron la urgencia del problema. Según el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, en México existen 68 lenguas vivas pertenecientes a 11 familias lingüísticas, pero ocho ya han desaparecido completamente.
Incluso lenguas con millones de hablantes, como el náhuatl o el maya, enfrentan tasas de pérdida de hasta el 65 %. La subsecretaria de Ciencias y Humanidades, Violeta Vázquez Rojas, lo resumió así:
“Las nuevas generaciones ya no adquieren las lenguas de sus padres porque nadie quiere heredar un idioma que puede exponerlos a la discriminación”.
Según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), el 28 % de la población indígena ha sido víctima de discriminación, y en casi un tercio de esos casos el motivo fue hablar una lengua originaria.
La resistencia poética y ritual
Frente a este panorama, instituciones culturales y comunidades han comenzado a impulsar talleres infantiles, recitales de poesía multilingüe, teatro indígena y ceremonias tradicionales como formas de resistencia.
En Jalisco, por ejemplo, la Secretaría de Cultura organiza lecturas en lenguas como el náhuatl, mixteco o wixárika para acercar a los niños al habla de sus abuelos. En Sonora, Antolín Vázquez promueve eventos como la procesión de San Ignacio de Loyola, donde los jóvenes yoreme lavan los pies de los ancianos en un gesto ceremonial cargado de sentido y reverencia.
“La forma en que uno mismo ve su lengua es como la visibilizas. Si uno se siente orgulloso, no hay tanta discriminación”, dice Bernardina Ramírez, hablante de mixteco que impulsa proyectos culturales desde Oaxaca.
Entre el silencio y la semilla
A pesar del esfuerzo, el desplazamiento lingüístico continúa. La oralidad de muchas lenguas no tiene aún registro escrito suficiente, y el sistema educativo no suele favorecer su preservación. Mientras tanto, los mayores —como los abuelos yoreme— ven con tristeza cómo sus palabras se disipan en el viento.
México vive hoy una encrucijada: permitir que estas lenguas desaparezcan lentamente o sembrar nuevas raíces a través del arte, la educación comunitaria y el orgullo identitario.
Porque una lengua no solo se habla: se siente, se baila, se sueña. Y se defiende.
Porque la realidad supera a la ficción... sigue leyendo.
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