México ante el 2026 incierto: inflación que no cede, crisis en el campo, salarios al alza y un Estado endeudado
- anitzeld
- hace 2 horas
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A finales de 2025, México avanza hacia un 2026 que inquieta a economistas, productores agropecuarios y analistas fiscales. Aunque ni el Banco de México ni organismos multilaterales proyectan un escenario de hiperinflación para el país, sí coinciden en algo: la economía mexicana camina sobre una superficie frágil, minada por choques en el sector agroalimentario, tensiones en el comercio ganadero, aumentos en costos laborales derivados del nuevo salario mínimo y un espacio fiscal cada vez más estrecho.
La pregunta que persiste es si esa fragilidad puede escalar hacia una inflación fuera de control. La respuesta técnica es que la hiperinflación no es el escenario base, pero los factores que alimentan la preocupación social —precios de alimentos, protestas rurales, presiones salariales, deuda pública— están ya presentes.
Inflación: entre la calma proyectada y la presión en la mesa
La inflación general sigue una trayectoria descendente, aunque más lenta de lo esperado. Banxico prevé que podría acercarse al 3% hacia la segunda mitad de 2026. Sin embargo, la inflación alimentaria —la que siente la población de forma directa— permanece elevada y terca, alimentada por factores que la política monetaria no controla.
“Los modelos dicen que la inflación va a bajar, pero en las comunidades rurales vemos lo contrario: una canasta básica más cara y productores con menos margen”, explica la economista agrícola María L. Torres
“No se trata de hiperinflación, pero sí de inflación persistente en alimentos, que para muchos hogares ya es una crisis”, añade.
El salario mínimo: alivio para trabajadores, presión para microproductores
El aumento del salario mínimo para 2026 —celebrado por sindicatos y trabajadores formales— tiene un efecto doble en la economía real. Por un lado, mejora el ingreso de millones de personas cuyo poder adquisitivo ha sido erosionado por años de inflación alimentaria. Por otro, introduce presiones nuevas en sectores donde los márgenes de ganancia ya están debilitados.
Un impacto desigual
En zonas urbanas y en empresas medianas o grandes, el impacto se absorbe con relativa facilidad. Pero en el campo —donde gran parte de la producción depende de mano de obra temporal, informal o subcontratada— el aumento salarial opera como un costo adicional en un contexto ya crítico.
“Nuestros costos suben por todos lados: alimento para el ganado, medicinas, transporte, ahora salarios”, afirma Rafael, productor de Sonora. “No estamos en contra de pagar mejor, pero necesitamos apoyo porque todo se está encareciendo al mismo tiempo”.
El incremento del salario mínimo eleva los costos laborales directos, pero también los indirectos: transporte, insumos, servicios. En pequeños ranchos y parcelas familiares, estos costos no se pueden trasladar completamente al precio de venta porque los intermediarios siguen imponiendo condiciones y porque la demanda rural es limitada.
¿Aumenta la inflación por subir el mínimo?
Los economistas coinciden en que el aumento del salario mínimo no genera hiperinflación ni, por sí mismo, una espiral de precios. Pero en sectores donde los márgenes son estrechos, sí puede provocar ajustes moderados en precios.
El efecto más relevante no es macroeconómico, sino microeconómico: mejoras de ingreso acompañadas de aumentos de costos, que para muchas familias rurales se anulan entre sí.
“El salario mínimo ayuda, pero si suben los alimentos y los servicios, el beneficio se diluye”, explica el analista Daniel Soto. “Para que el aumento salarial tenga impacto real, se necesita controlar los precios del campo y garantizar cadenas productivas más estables”.
Protestas campesinas y el agotamiento del modelo rural
El cierre de 2025 estuvo marcado por protestas frente al Congreso por la Ley General de Aguas y la caída de ingresos tras el cierre parcial del comercio ganadero con Estados Unidos. Los campesinos denuncian que, mientras sus costos suben —incluidos los laborales—, los precios que reciben permanecen estancados.
“El salario mínimo sube, pero nuestros ingresos no. Así no hay manera de sostener la producción”, afirma el investigador rural Gustavo Benítez
“El problema no es el salario en sí, sino que el resto del sistema no está ajustándose al mismo ritmo”, explica.
La falta de apoyos oportunos, la incertidumbre en las compras públicas y la competencia de importaciones hacen que el incremento salarial sea visto por muchos productores como un costo que debieron absorber solos.
Ganadería: un enemigo microscópico y mayores costos humanos
El brote del parásito screwworm paralizó exportaciones, generó pérdidas millonarias y obligó a aplicar tratamientos que también incrementaron costos operativos.
A esto se suma el aumento del salario mínimo, que elevó el costo de las cuadrillas de manejo, vacunación, alimentación y traslado de ganado.
“Entre salarios y medidas sanitarias, cada becerro nos cuesta más de producir. Y si no podemos vender a Estados Unidos, no recuperamos nada”, dice Rafael.
El resultado ha sido un aumento en los precios de la carne en mercados locales, contribuyendo a la inflación alimentaria.
Deuda pública: menos margen para absorber presiones
Los niveles de deuda continúan al alza, limitando la capacidad del Estado para amortiguar los efectos del aumento salarial en empresas pequeñas, apoyar a productores afectados o subsidiar temporalmente alimentos.
Un gasto público más rígido dificulta medidas compensatorias. Y si el déficit crece, la presión sobre el peso aumenta, encareciendo importaciones —incluidas las de granos— y retroalimentando la inflación.
¿Hiperinflación? No. ¿Inflación persistente? Sí. ¿Riesgos crecientes? También.
El aumento del salario mínimo no provoca hiperinflación, y ni Banxico ni el FMI ven señales de un episodio extremo. Pero sí forma parte del conjunto de presiones que configuran un 2026 más tenso:
precios de alimentos elevados,
costos laborales crecientes,
crisis ganadera,
protestas campesinas,
y deuda pública con poco margen.
“El riesgo no es que entremos en hiperinflación, sino que la inflación se vuelva estructural en sectores clave como alimentos y servicios básicos”, asegura Torres.
2026: un año para evitar que el alivio salarial se convierta en presión inflacionaria
El aumento del salario mínimo representa un avance social, pero su impacto positivo solo se consolidará si se equilibra con políticas que ataquen los problemas estructurales:
logística agrícola deficiente,
intermediación abusiva,
falta de financiamiento rural,
crisis sanitarias mal atendidas,
y una estructura fiscal limitada.
Si no se atienden, el salario mínimo será un alivio nominal, no real.
Conclusión: equilibrio frágil, país en tensión
Mientras los informes oficiales insisten en que México evitará una crisis inflacionaria severa, la realidad cotidiana muestra otra cara: precios de alimentos inquietos, costos laborales al alza, campo en protesta, comercio ganadero detenido y finanzas públicas tensas.
La hiperinflación no aparece en el horizonte, pero 2026 estará dominado por un reto mayor: convertir los avances salariales en mejoras reales, sin que el país se deslice hacia una inflación persistente que erosione cualquier ganancia.




















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