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En todo el mundo se cuecen habas

  • anitzeld
  • hace 10 horas
  • 2 Min. de lectura
La directora del Colegio de Europa, Federica Mogherini, en una imagen de archivo de cuando era alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Seguridad (2012-19)
La directora del Colegio de Europa, Federica Mogherini, en una imagen de archivo de cuando era alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Seguridad (2012-19)

La mañana amaneció con el tono opaco de los escándalos que cruzan fronteras: la ex jefa de la diplomacia de la Unión Europea fue imputada por presunto fraude y corrupción, un caso que, más allá de Bruselas, deja ver que los resortes del poder tiemblan igual en cualquier latitud. Porque sí, en todo el mundo se cuecen habas, y la política europea no es excepción.


La noticia corrió rápido en las redacciones. Los primeros cables hablaban de contratos irregulares, uso indebido de recursos y una red poco clara de favores dentro de las instituciones comunitarias. Al cierre del día, la fiscalía confirmó lo que ya era inevitable: la ex alta funcionaria deberá responder ante la justicia.


En las calles de Bruselas, la sorpresa fue relativa. “Aquí todos sabíamos que algo no cuadraba”, decía un analista local, acostumbrado a diseccionar la burocracia europea como quien revisa un reloj suizo que empieza a sonar mal. La diplomática, alabada en su momento por navegar crisis con una aparente firmeza técnica, ahora enfrenta un proceso que pone en duda su legado.


En los pasillos del Parlamento Europeo, las reacciones variaron entre la prudencia institucional y el murmullo incómodo. Hay quienes hablan de una “mancha lamentable”, otros de la oportunidad para revisar a fondo los mecanismos de control interno. Pero la lectura que se repite es más simple: la corrupción no entiende de geografía ni de pasaportes diplomáticos.


El caso también levanta polvo más allá del Viejo Continente. En América Latina, donde los escándalos políticos son casi un género narrativo, la imputación fue recibida con un dejo de ironía. “¿Y no que Europa era el ejemplo?”, soltó un profesor universitario en un programa matutino. Al otro lado del Atlántico, los titulares coincidían: un episodio que derrumba cualquier pretensión de excepcionalidad.


Mientras tanto, la acusada guarda silencio público. Solo sus abogados han hablado, insistiendo en que se trata de un malentendido y que todo se aclarará. La fiscalía, sin embargo, avanza con paso firme. Falta ver hasta dónde llega la hebra y cuántos nudos desata.


Lo cierto es que esta historia apenas comienza, pero ya dejó una enseñanza incómoda: cuando el poder se administra sin vigilancia, sea en México, Bruselas o cualquier otro rincón del mapa, los abusos florecen como maleza después de la lluvia.

Y sí, al final del día, lo que confirma este caso no es solo la caída de una figura diplomática, sino algo más simple y universal: en todo el mundo se cuecen habas.

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