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#AsíLasCosas Historia de la censura en México

  • anitzeld
  • 24 abr
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 25 abr

Hablar de censura en México es asomarse a una historia donde el poder, ya sea religioso, político o económico, ha intentado controlar la palabra escrita, dicha o imaginada. Desde los tiempos coloniales hasta la actualidad, la censura ha cambiado de formas, pero rara vez ha dejado de existir. En la época del virreinato, la censura estaba en manos del Santo Oficio de la Inquisición, una institución que vigilaba de cerca las ideas que circulaban en libros, sermones y pláticas. Todo debía ajustarse a la doctrina católica y a los intereses de la corona española. La lista de libros prohibidos era extensa, y cualquier desviación podía ser castigada con dureza. No se trataba sólo de controlar la información, sino de preservar un orden moral y político.


Con la independencia en el siglo XIX, México se enfrentó al dilema de construir una nación libre mientras seguía arrastrando viejos hábitos autoritarios. Hubo momentos de apertura, como en los periodos liberales, pero también retrocesos, especialmente cuando el poder se sintió amenazado. Durante el Porfiriato, por ejemplo, la libertad de prensa existía en teoría, pero en la práctica, los periodistas críticos eran hostigados, encarcelados o exiliados. La censura operaba de forma sutil, pero efectiva: se premiaba la obediencia y se castigaba la disidencia.


La Revolución Mexicana no trajo consigo una libertad plena. Aunque se hablaba de justicia y democracia, el nuevo régimen postrevolucionario heredó y perfeccionó los mecanismos de control informativo. Durante gran parte del siglo XX, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) gobernó con mano firme, y la censura se volvió institucional. No siempre se prohibía directamente, pero se usaban otros métodos: se controlaban los medios a través de la publicidad oficial, se imponían líneas editoriales desde el gobierno y se perseguía a los periodistas incómodos. El caso del movimiento estudiantil de 1968 es emblemático: mientras los estudiantes protestaban y el país se movilizaba, los medios guardaban silencio o reproducían la versión oficial. La matanza de Tlatelolco fue ocultada, minimizada y distorsionada durante años.


Con la apertura democrática de finales del siglo XX y principios del XXI, muchos pensaron que la censura había quedado atrás. Sin embargo, la realidad fue más ambigua. Las formas tradicionales de censura comenzaron a mezclarse con nuevas amenazas. La violencia contra periodistas, especialmente en regiones dominadas por el crimen organizado, convirtió el miedo en una poderosa forma de autocensura. En lugar de órdenes directas desde el Estado, ahora eran los grupos armados, los funcionarios locales o los intereses económicos los que dictaban qué se podía publicar. A esto se sumó el uso de tecnologías de vigilancia y el espionaje digital, como quedó evidenciado en el caso del software Pegasus, utilizado contra periodistas y activistas.


Hoy en día, la censura en México no se presenta con uniforme ni con sotana, pero sigue siendo una presencia constante. Puede venir en forma de recortes publicitarios, amenazas anónimas, campañas de desprestigio o balas. Aunque existe una Constitución que garantiza la libertad de expresión, esa libertad muchas veces choca contra realidades más duras. La censura ya no siempre es visible, pero sigue siendo profundamente efectiva. Comprender su historia es también entender los mecanismos con los que se ha intentado moldear la verdad en este país. Y tal vez, solo reconociéndola en todas sus formas, se pueda empezar a desmantelarla.



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