Descubren más de mil 500 pinturas rupestres en Tehuacán: arte milenario que podría reescribir la historia de Mesoamérica
- anitzeld
- 8 ago
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 9 ago
En lo profundo de la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán, un conjunto de más de mil 500 pinturas rupestres ha salido a la luz. Se trata de uno de los hallazgos más importantes del arte prehistórico en México, no solo por su antigüedad —estimada en más de 10 mil años— sino por lo que revela sobre el paso de los humanos del nomadismo a la vida sedentaria en el continente.
Las imágenes, localizadas en cuatro cuevas del municipio de Tehuacán, muestran manos humanas, figuras animales, símbolos solares, trazos abstractos y restos de hollín, que sugieren el uso ritual o cotidiano de fogatas. El descubrimiento ofrece una de las representaciones más completas y antiguas sobre la espiritualidad, la organización social y las habilidades tecnológicas de los primeros grupos que habitaron el actual territorio mexicano.

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Tehuacán: cuna del sedentarismo en América
El valle de Tehuacán es considerado una de las cunas de las civilizaciones mesoamericanas. Aquí se domesticaron algunas de las primeras especies de maíz y se dieron los primeros pasos hacia la agricultura. Sin embargo, las pinturas encontradas ahora aportan un nuevo capítulo a esta historia milenaria: muestran que los primeros grupos asentados en la región ya habían desarrollado una cosmovisión colectiva, con símbolos compartidos y técnicas artísticas sofisticadas.
Según Pablo Enrique Fernández Villavicencio, paleontólogo argentino, la presencia dominante de manos izquierdas en las pinturas no es una coincidencia: los autores utilizaban su mano derecha para rociar pigmento sobre la otra, creando siluetas mediante la técnica de aspersión, una práctica común en sitios prehistóricos del mundo.
Pinturas de hace más de 10 mil años: ¿quiénes las hicieron?
De acuerdo con Adriana Estrada Trejo, directora de Patrimonio Histórico de Tehuacán, estas manifestaciones fueron realizadas por comunidades que vivieron en las orillas de un antiguo río hoy extinto. La disponibilidad de agua fue clave en su decisión de establecerse, lo que marca un punto de inflexión en la evolución humana local: el abandono de la vida nómada.
Los pigmentos se obtenían a partir de minerales como la hematita, que mezclaban con agua o saliva para aplicarlos. Fragmentos de hollín hallados en las cuevas refuerzan la idea de que estos espacios eran de reunión y comunicación simbólica.
El uso reiterado de manos ha permitido identificar patrones fisiológicos y sociales: edades, tamaños, posibles comorbilidades y, sobre todo, la centralidad de lo colectivo sobre lo individual. “No se trata de un autor, sino de una comunidad dejando su huella”, destaca Fernández Villavicencio.
Tecnología prehistórica y software de última generación
Para confirmar la autenticidad de las pinturas, especialistas del INAH emplearon el software DStretch, una herramienta de análisis digital que permite revelar detalles invisibles al ojo humano. Gracias a este método, se ha podido comprobar la técnica de aspersión y la conservación excepcional de los pigmentos originales.
La técnica usada —similar a una cerbatana prehistórica— no solo habla de un conocimiento profundo del entorno, sino también de una intención estética y simbólica. Según el coordinador nacional de Antropología del INAH, Francisco Mendiola Galván, el hallazgo marca un antes y un después en el estudio del arte rupestre mesoamericano.

La Cueva de las Manitas: futuro sitio arqueológico y turístico
Actualmente, el acceso a las cuevas está restringido mientras se llevan a cabo más estudios. Sin embargo, las autoridades municipales, en coordinación con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), proyectan convertir este sitio en un circuito turístico de bajo impacto, bajo el nombre de La Cueva de las Manitas.
Adriana Estrada Trejo aseguró que se trabaja para que el lugar obtenga el estatus de Monumento Arqueológico. El objetivo es salvaguardar el espacio y al mismo tiempo permitir que más personas conozcan este tesoro oculto de la historia humana.
“El arte rupestre de Tehuacán no solo representa a quienes fuimos, sino también a quienes somos. Es una invitación a reconectarnos con la tierra, el tiempo y el significado colectivo de dejar huella”, concluyó la funcionaria.
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