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Sebastião Salgado: El fotógrafo que sembró árboles

  • anitzeld
  • hace 7 horas
  • 2 Min. de lectura

Otro grande que se nos va. Sebastião Salgado, ha fallecido este viernes a los 81 años, según ha confirmado al diario O Globo una fuente cerca a su familia.


Sebastião Salgado decidió enfocar su lente hacia los paisajes heridos, los pueblos silenciados y la naturaleza al borde del colapso. Sus imágenes no son solo arte, son testimonio. Pero más allá del reconocimiento que ha ganado por retratar las miserias y la belleza del mundo, hay una historia menos conocida, casi utópica, que lo vuelve aún más admirable: la historia del hombre que volvió a sembrar un bosque.


Después de décadas documentando guerras, migraciones masivas y explotación, Salgado regresó a su tierra natal en Minas Gerais, Brasil, y la encontró irreconocible. Lo que alguna vez fue un paraíso verde, estaba reducido a un terreno seco, erosionado, moribundo. En lugar de rendirse a la nostalgia, él y su esposa Lélia Wanick Salgado fundaron el Instituto Terra. Comenzaron con una idea sencilla y radical: plantar árboles. No unos pocos. Millones.


Junto a su esposa, Lélia Wanick Salgado, fundó el Instituto Terra en Brasil, una organización que ha logrado reforestar más de 600 hectáreas del Bosque Atlántico —una de las zonas más biodiversas y amenazadas del planeta. Este proyecto comenzó en la finca familiar, completamente degradada por años de deforestación. En lugar de vender o abandonar el terreno, decidieron plantar más de 2 millones de árboles, trayendo de vuelta a animales, insectos y una nueva esperanza para la zona.





Así que sí, puede decirse que Sebastião Salgado es, en cierto sentido, un salvador de los bosques. Pero lo hace no solo con sus manos, sino también con su lente: mostrándonos lo que el mundo pierde cuando destruye la naturaleza, y lo que puede recuperar cuando la cuida. Su obra Génesis es ejemplo de ello: un recorrido visual por paisajes vírgenes y culturas intactas, casi un llamado urgente a proteger lo que aún queda.


Salgado no cree en la indiferencia. Cree en la belleza como resistencia. En la fotografía como semilla. En la reforestación no solo del suelo, sino también de la esperanza.


Y quizás ahí radica su verdadero legado: en recordarnos que cada imagen puede ser un árbol, cada acto de cuidado un bosque en potencia.



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