Guillermo Kahlo, el fotógrafo que retrató a México y las raíces de Frida en un nuevo museo
- anitzeld
- 28 sept
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“Frida no fue nada más la fuerte y la loca y esta mujer que tenía ideas rebeldes (…) Creemos que lo principal para todo es la infancia, pues es lo que nos hace personas. Si tú no conoces las raíces de la persona realmente no la conoces. Creo que nadie ha hablado de lo importante que fue para Frida el círculo de los afectos que hizo”, explica De Anda.
Antes de que Frida Kahlo se convirtiera en un ícono mundial, en su casa de Coyoacán ya existía una figura ligada al arte: su padre, Guillermo Kahlo. Nacido en 1871 en Alemania como Wilhelm Kahlo, llegó a México en 1891 y se consolidó como uno de los fotógrafos más importantes del Porfiriato. Fue el primero en trabajar para el expresidente Porfirio Díaz, documentando iglesias, conventos, monumentos coloniales y las grandes obras arquitectónicas que transformaban al país en los albores del siglo XX.
Su archivo, hoy considerado de gran valor histórico, no solo muestra templos y edificios, sino también la vida urbana de una ciudad que empezaba a modernizarse. Entre esas imágenes, que ahora vuelven a la luz, se entreteje la historia de su hija Frida, quien creció en un entorno donde la mirada artística era parte de lo cotidiano. La pintora reconocería años más tarde que fue Guillermo quien le transmitió la disciplina y la sensibilidad para mirar el mundo desde otro ángulo.
Esa herencia, junto con los primeros pasos de la joven Frida, puede conocerse ahora en el Museo Casa Kahlo, recién inaugurado por su familia a solo unos metros de la icónica Casa Azul. El espacio ocupa lo que fue la casa de los padres de la artista y busca mostrar la parte más íntima de Frida: su infancia, sus primeras creaciones y la vida familiar que marcó su carácter.
“Era donde se refugiaba cada vez que se enojaba. Es todo lo que realmente ella era, aparte de ser la artista. Los objetos y fotografías que vemos acá provienen solamente de archivos familiares”, explicó su sobrina nieta Mara Romeo Kahlo durante la apertura.
Entre los materiales expuestos se encuentran fotografías de Guillermo Kahlo y trabajos de la juventud de Frida, como su primer mural pintado en la cocina o la famosa Charola de amapolas. También se muestran cartas, objetos personales y vestidos tradicionales que recuerdan su pasión por la cultura mexicana.
Para Mara de Anda, otra de las descendientes encargadas de conservar el legado, la intención del nuevo museo es devolver a Frida su humanidad:“Se ha perdido este encanto de la misma Frida, que fue una mujer profundamente cariñosa y familiar. Amaba México, su cultura y raíces. La intención es mostrarla no solo como el icono que hoy conocemos, sino como alguien que llevaba una vida afectiva, que se refugiaba en su familia y en sus raíces”.
El museo también busca aliviar la alta demanda de visitantes de la Casa Azul, para la que es necesario reservar con meses de anticipación. Sin embargo, la familia subraya que más allá de los recintos, Frida sigue viva en los mercados, en los puestos callejeros y en la memoria colectiva de México y del mundo.

Porque detrás de cada cuadro, de cada autorretrato y de cada imagen que hoy la convierte en mito, hay una mujer marcada por la mirada paciente de un padre fotógrafo. Guillermo Kahlo no solo dejó un registro del México porfiriano: dejó la primera luz que Frida aprendió a mirar. Y quizá, al recorrer esta nueva casa-museo, uno descubre que la historia de Frida no empieza en sus pinceles, sino en esas viejas placas fotográficas que aún guardan la sombra y el resplandor de sus raíces
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