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¿Por qué Jaguar pasó de vender 1,961 a solo 49 vehículos en Europa? El rebranding que salió mal

  • anitzeld
  • 28 ago
  • 4 Min. de lectura

Seguimos diciéndole DF a la Ciudad de México, vamos a Bancomer aunque ahora sea BBVA y compramos en Superama pese a que se llama Walmart Express. En México, los rebrandings suelen chocar con la costumbre y la memoria colectiva. Pero este fenómeno no es solo local: en Europa, Jaguar pasó de vender 1,961 a apenas 49 autos en un mes tras un cambio de imagen que confundió a clientes y borró parte de su esencia. De Cracker Barrel a Tropicana, los casos muestran lo mismo: un rebranding mal calculado puede ser peor que no cambiar nada.


Cuando el rebranding reniega de la identidad histórica de la marca y los valores que la hicieron ganar la fidelidad del consumidor falla. 

El cambio de marca es una táctica común para las empresas que buscan impulsar las ventas, es el camino fácil para sacudir el mercado e impulsar las ventas. La fidelidad del cliente es algo mutuo se asegura con la calidad del producto y solo se obtiene con la calidad del producto. Campbell Soup cambió oficialmente su nombre a Campbell’s y empresas como Airbnb e Instagram actualizan sus logotipos de vez en cuando.


¿Por qué fracasan los rebrandings? Casos en México e internacionales que se convirtieron en advertencia


El rebranding es una estrategia de mercadotecnia que busca refrescar la identidad de una marca. Puede incluir un cambio de nombre, logo o hasta de narrativa corporativa. Pero cuando no se ejecuta con sensibilidad hacia los consumidores, puede generar confusión, rechazo y hasta pérdidas millonarias.


En México y en el mundo, hay ejemplos claros de cómo un cambio pensado para modernizar terminó siendo un boomerang.


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Casos internacionales: cuando el logo y la identidad cuestan ventas


Jaguar: desplome del 97.5% en Europa

La automotriz británica Jaguar emprendió una campaña radical: eliminó su felino icónico, lanzó anuncios sin autos y prometió electrificación total. El resultado fue devastador: en abril de 2025 apenas vendió 49 vehículos en toda Europa, contra 1,961 del año anterior, una caída del 97.5% interanual. A nivel global, sus ventas bajaron un 85% en comparación con 2018.


Cracker Barrel: backlash sureño

La cadena estadounidense Cracker Barrel rediseñó su logo para modernizarlo, pero su base de clientes conservadora lo interpretó como una traición. La reacción fue inmediata: la empresa perdió 143 millones de dólares en valor de mercado y tuvo que regresar a su imagen tradicional.


Gap y Tropicana: errores fugaces


  • Gap cambió su logo en 2010 y lo retiró en menos de una semana tras burlas en redes.

  • Tropicana rediseñó su envase en 2009 y en solo dos meses sus ventas cayeron un 20%, lo que obligó a volver al diseño original.


En México


Superama → Walmart Express

La cadena de supermercados pasó a llamarse Walmart Express, aunque para muchos sigue siendo “el Superama de siempre”.


Negrito → Nito

Bimbo cambió el nombre de su pastelito Negrito por razones de corrección política. Sin embargo, la memoria colectiva no olvida: la mayoría lo sigue llamando “Negrito”.


DF → CDMX

Desde 2016 la capital se llama oficialmente Ciudad de México (CDMX), pero millones de personas siguen refiriéndose a ella como el DF, demostrando que un rebranding puede tardar décadas en ser aceptado.


Noticieros Televisa → Nmas


Rebranding de Aeroméxico: ¿Qué cambió y cómo fue recibido?


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Aeroméxico lanzó un rebranding significativo en 2024, con motivo de su 90.º aniversario. La aerolínea presentó una versión actualizada del icónico Caballero Águila. El cambio buscaba una imagen más accesible, centrada en el usuario y adecuada para entornos digitales. Sin embargo, no todos lo recibieron bien. Muchos extrañan la fuerza y geometría del diseño previo, símbolo de identidad y nacionalidad.




¿Por qué fracasan los rebrandings?


Los fracasos suelen tener un denominador común: la gente no se desprende tan fácil de lo que ya reconoce como suyo. El vínculo emocional pesa más de lo que calculan las marcas. En México lo vemos con claridad: por más que las autoridades insistan en decirle CDMX, millones siguen llamando DF a la capital. Lo mismo ocurre con Bancomer, que ya es oficialmente BBVA, o con el pastelito de Bimbo rebautizado como Nito, que en la conversación cotidiana sigue siendo “Negrito”.


Otro factor es el cambio superficial, cuando el rediseño se queda en lo estético y no ofrece nada nuevo al consumidor. Eso le ocurrió a Gap, cuyo logo modernizado duró apenas una semana porque no venía acompañado de un valor agregado.


La confusión también es letal. Jaguar lo aprendió de golpe: eliminó el felino de su identidad visual y lanzó campañas abstractas en las que ni siquiera aparecían autos. El resultado fue un desplome histórico, con apenas 49 unidades vendidas en Europa en abril de 2025 frente a las 1,961 del año anterior.


Y está la falta de comunicación, quizás la más común. Cracker Barrel rediseñó su logo para atraer a públicos nuevos, pero no explicó por qué lo hacía ni cómo pensaba mantener la esencia hogareña que lo distinguía. La consecuencia fue un boicot digital y pérdidas millonarias.


En todos los casos, la lección es la misma: un rebranding no se trata solo de colores o nombres nuevos, sino de respetar la memoria, comunicar el cambio y ofrecer una transformación que haga sentido tanto a clientes leales como a los que se busca conquistar.


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El rebranding puede revitalizar una marca, pero también puede hundirla si ignora la historia y la voz de sus consumidores. Casos como Jaguar y Cracker Barrel en el extranjero o Bancomer, IFE y el DF en México muestran que la identidad no se impone con un logo nuevo: se construye con confianza y consistencia.

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