La noche estrellada en un laboratorio cuántico
- anitzeld
- 13 ago
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En un experimento que parece sacado de un diálogo entre arte y física, un equipo de investigadores de Corea y Japón logró observar por primera vez la inestabilidad cuántica de Kelvin-Helmholtz, un fenómeno que ocurre cuando dos fluidos se desplazan a distintas velocidades y generan ondas y vórtices. En un condensado de Bose-Einstein de litio, enfriado casi al cero absoluto, las corrientes en direcciones opuestas dieron lugar a remolinos inusuales: esquirmiones fraccionales excéntricos, con forma de medialuna.
La inestabilidad de Kelvin-Helmholtz (KHI) es un fenómeno clásico en dinámica de fluidos donde las ondas y los vórtices se forman en la frontera entre dos fluidos que se mueven a diferentes velocidades, como se observa en las olas oceánicas azotadas por el viento, las nubes arremolinadas o los cielos de Van Gogh.
“Nuestra investigación comenzó con una pregunta simple: ¿Puede la inestabilidad de Kelvin-Helmholtz ocurrir en fluidos cuánticos?”, afirmó en un comunicado Hiromitsu Takeuchi, profesor asociado de la Escuela de Posgrado de Ciencias de la Universidad Metropolitana de Osaka y uno de los autores principales de este estudio.
La silueta de esos vórtices recordó al equipo la gran luna creciente que Vincent van Gogh pintó en 1889 en La noche estrellada, obra célebre por sus espirales y curvas que parecen capturar el movimiento invisible del aire. No es la primera vez que el cuadro dialoga con la ciencia: en 2004, estudios del MIT y de la NASA identificaron en sus remolinos patrones estadísticos similares a la turbulencia atmosférica; astrofísicos lo han usado para explicar el flujo de gases en nebulosas, y meteorólogos para ilustrar inestabilidades en nubes y tormentas.
Ahora, desde el mundo subatómico, la pintura vuelve a encontrar su eco. Estos nuevos vórtices, regidos por la mecánica cuántica, podrían abrir camino a aplicaciones en espintrónica y tecnologías de memoria, además de desafiar la clasificación tradicional de las estructuras topológicas. Quizá, en algún lugar donde la materia y la luz se pliegan, los mismos remolinos que Van Gogh dejó suspendidos sobre un pueblo dormido sigan girando, esperando que alguien los vuelva a mirar.
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El pintor post-impresionista dijo: "Quiero llegar al punto en que la gente diga de mi trabajo: “Este hombre siente profundamente”, a lo que nosotros añadimos: y hace que los demás sintamos profundamente…".
Pobre, sólo, despreciado, hipersensible, el artista lo había dejado todo por el arte, convirtiéndose en el primer mártir del arte moderno, y figura romántica que representa "al artista sin contaminar".
Porque la realidad supera a la ficción... sigue leyendo.
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