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Un verano que huele a otoño: las dalias de Monet

  • anitzeld
  • 12 abr
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 12 abr


El jardín de Claude Monet en Giverny es un lugar donde el arte y la naturaleza se funden, creando un ambiente único que refleja la sensibilidad de uno de los maestros del impresionismo. Entre las flores que adornan este paraíso botánico, las dalias aparecen en septiembre destacando no solo por su belleza y diversidad, sino también por el papel que juegan en la composición cromática del jardín; las flores sostienen el color del verano y lo empujan hacia el otoño.


La elección de Monet de cultivar dalias en Giverny no fue casual; estas flores, con sus ricos tonos y formas exuberantes, se convirtieron en un elemento esencial en su paleta visual. Monet entendía que las dalias podían aportar profundidad y textura a sus composiciones, ya que estas flores presentan una variedad de formas y colores que van desde los tonos más suaves hasta los más intensos, como los rojos profundos, rosados delicados, naranjas vibrantes y blancos puros.


Estas características las convierten en un excelente recurso para explorar los efectos de la luz y el color en sus cuadros. Además, las dalias tienen una estructura intrincada, con pétalos en capas que le permitieron a Monet experimentar con sombras y reflejos, elementos clave en su búsqueda para capturar la esencia de la luz en sus pinturas.


En su jardín, Monet no solo cultivaba dalias para admirarlas, sino que las integraba activamente en su obra. Este espacio se convirtió en su laboratorio visual, en el que las flores y la luz se mezclaban y transformaban con cada estación del año. Las dalias, en particular, le ofrecían un campo de exploración de texturas y gradaciones que lo inspiraban a innovar en su técnica. A través de sus pinceladas, Monet capturó la vida efímera de las dalias, inmortalizando su fragilidad y belleza en sus lienzos.


El pintor capta la fluidez del aire y del agua, su aspecto cambiante según las luces. En sus propias palabras, Monet expresa esta búsqueda con desesperada pasión: "Quiero hacer lo impalpable. ¡Es horrible esta luz que se escapa, llevándose al color!".

Las dalias, junto con otras flores en el jardín de Giverny, nos ofrecen una ventana al modo en que Monet percibía el mundo: no solo como una realidad estática, sino como un conjunto cambiante de colores, luces y sombras. En este sentido, las dalias de Giverny representan más que simples flores; son símbolos del compromiso de Monet con la captura de la esencia de la naturaleza y la expresión del paso del tiempo. A través de ellas, entendemos que el jardín de Monet era tanto un refugio personal como un universo artístico en el que cada flor, cada hoja y cada rayo de luz formaban parte de una sinfonía visual que él logró plasmar en sus obras.




El viaje de la Dalia


La dalia fue declarada flor nacional de México en 1963 por decreto presidencial debido a su importancia histórica, social y económica. 


La historia de las dalias y su viaje de México a Europa, y eventualmente a Giverny, comienza en el siglo XVI, durante el período de la conquista y colonización de América. Originarias de México, las dalias crecían en los valles y montañas del país y eran valoradas por las civilizaciones prehispánicas no solo por su belleza, sino también por sus usos medicinales y alimenticios. Los aztecas conocían estas flores como xicamiti o acocoxóchitl y las usaban en remedios naturales y como ornamentos ceremoniales.


Fue durante la conquista que los colonizadores españoles descubrieron las dalias y quedaron fascinados por su peculiar belleza. Hacia finales del siglo XVIII, estas plantas fueron enviadas a Europa, específicamente a los Jardines Botánicos Reales de Madrid, en un esfuerzo por catalogar y estudiar la flora del "Nuevo Mundo". Allí, el botánico Antonio José Cavanilles se encargó de estudiar las dalias y fue quien las bautizó oficialmente con el nombre Dahlia, en honor al botánico sueco Anders Dahl.






El primer registro al estilo occidental de lo que parece ser una dalia está en el Códice De la Cruz-Badiano de 1552, en el que se menciona y dibuja una planta medicinal con el nombre de cohuanenepilli, que el especialista Paul Davidson Sørensen identificó en 1970 como dalia. Fray Bernardino de Sahagún, en su Historia general de las cosas de Nueva España, que preparó entre 1540 y 1585, consignó los nombres de acocoxihuitl, acocoxóchitl y acocotli, que en 1989 la etnobotánica Erin Estrada determinó, revisando las imágenes del Códice Florentino, que correspondían a dos especies de dalias.

A partir de Madrid, las dalias comenzaron a ganar popularidad en Europa, principalmente por su apariencia llamativa y por la facilidad con la que se adaptaban a diferentes suelos y climas. Pronto, se expandieron hacia otros países, incluyendo Francia, donde se convirtieron en flores codiciadas tanto en jardines reales como en invernaderos de coleccionistas botánicos. Con el tiempo, los jardineros y botánicos europeos comenzaron a experimentar con nuevas variedades, logrando una diversidad de formas y colores que hoy caracterizan a la dahlia moderna.


Fue en el siglo XIX cuando las dalias llegaron a ser una de las flores preferidas en los jardines franceses, y hacia finales del siglo, encontraron un hogar en Giverny, en el jardín del pintor impresionista Claude Monet. Monet, apasionado por la jardinería y fascinado por la capacidad de las flores de capturar y reflejar la luz, las integró en su jardín junto a otras plantas exóticas y nativas. Su jardín en Giverny se convirtió en una obra de arte viviente y en un laboratorio donde podía observar las variaciones de color y textura de las flores a lo largo del día y las estaciones.


Las dalias, con su diversidad de tonos y su estructura en capas, fueron perfectas para sus experimentos visuales y eventualmente se convirtieron en protagonistas en algunos de sus famosos cuadros.Hoy en día, las dalias siguen siendo un símbolo de la conexión entre México y el mundo, y son apreciadas tanto en jardines como en el arte, un tributo a su historia y a su capacidad para inspirar tanto a botánicos como a artistas.


Anitzel Díaz

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