Fronteras que arden: el arte de narrar el conflicto entre India y Pakistán
- anitzeld
- hace 5 horas
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El conflicto entre India y Pakistán escaló el miércoles, 1 de mayo, con bombardeos de Nueva Delhi contra el país vecino y disparos cruzados de artillería en la disputada región de Cachemira, que dejaron decenas de muertos en los peores enfrentamientos entre ambas potencias nucleares en décadas.
Las hostilidades estallaron tras un atentado el 22 de abril en Pahalgam, en la parte india de Cachemira que causó 26 muertos. Nueva Delhi responsabiliza de la acción a Islamabad, que lo niega.
Cachemira es una región de mayoría musulmana dividida entre ambos países desde que se independizaron de Reino Unido en 1947.
El atentado estuvo seguido por días de disparos con armas ligeras en la frontera de facto entre ambos territorios, y amenazas de una acción militar india como represalia.
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Desde la medianoche de agosto de 1947, cuando el Imperio Británico se retiró del subcontinente indio dividiendo la tierra en dos nuevas naciones —India y Pakistán—, la historia compartida se transformó en una historia de separación. Una línea trazada por el lápiz de Cyril Radcliffe, en un despacho londinense sin conocimiento del terreno, partió geografías, familias, credos y memorias. Esa herida sigue supurando, y no solo en los libros de historia o en los titulares de los periódicos. El arte, el cine y la literatura han sido espacios donde ese trauma, aún sin cerrar, se ha explorado con dolor, ternura y lucidez.
Cine: entre el exilio y la pertenencia
Una de las películas más poderosas que aborda la Partición de 1947 es Garam Hava (1973) de M. S. Sathyu. Ambientada en Agra tras la independencia, sigue a una familia musulmana india que debate si quedarse o emigrar a Pakistán. Más allá de la historia familiar, la cinta transmite el miedo, la sospecha y la incertidumbre que se apoderaron de millones en esos días. Sin sangre explícita, pero con miradas vacías y puertas cerradas, el filme habla de cómo la partición no solo dividió territorios, sino también identidades.
En el cine más contemporáneo, Earth (1998) de Deepa Mehta, basada en la novela Cracking India de Bapsi Sidhwa, es una mirada femenina, íntima y brutal a la violencia que emergió entre hindúes, musulmanes y sijs. A través de los ojos de Lenny, una niña parsi en Lahore, la historia muestra cómo la inocencia se rompe cuando las lealtades religiosas y nacionales toman el mando.
Pakistán también ha contado sus versiones. Khamosh Pani (2003), de la directora Sabiha Sumar, se sitúa en una aldea del Punjab paquistaní en los años 70. La película explora cómo los traumas de la partición resurgen décadas después, cuando el extremismo religioso comienza a ganar terreno. Una mujer que fue secuestrada durante la partición debe enfrentarse al pasado que creía enterrado. La narrativa no solo señala la violencia física, sino la psicológica, que recae especialmente sobre las mujeres.
Literatura: narrar la herida
En la literatura, la Partición ha sido un motivo central. Saadat Hasan Manto, uno de los grandes cuentistas del siglo XX, escribió con crudeza y compasión sobre ese momento. Su cuento Toba Tek Singh es emblemático: en un manicomio, los internos no entienden por qué deben ser trasladados a Pakistán o quedarse en India. Uno de ellos, Toba Tek Singh, se niega a cruzar, y su cuerpo queda tendido en la "tierra de nadie", símbolo perfecto del absurdo que supuso aquella división.

Khushwant Singh, en su novela Train to Pakistan (1956), retrata con una prosa austera y demoledora cómo una aldea fronteriza donde convivían hindúes y musulmanes se convierte en escenario de matanzas y venganzas. La novela no busca culpables absolutos, sino mostrar cómo el miedo y la violencia deshumanizan.
Más recientemente, The Shadow Lines de Amitav Ghosh (1988) no solo se centra en la partición, sino en cómo las fronteras, físicas y mentales, configuran nuestras vidas. Ghosh escribe desde la distancia generacional, recordando que los conflictos no solo destruyen cuerpos, sino memorias.
May You Live In Interesting Times Shilpa Gupta
Arte visual: cuerpos, mapas y memorias
En el mundo del arte contemporáneo, la artista Shilpa Gupta ha explorado la noción de frontera en instalaciones como 1:14.9, donde reproduce fragmentos de la Línea de Control entre India y Pakistán en hilo y metal. Su obra confronta al espectador con la artificialidad y violencia de las líneas trazadas por el poder.
Otro nombre clave es Nalini Malani, quien ha trabajado sobre la violencia contra las mujeres durante la partición. Sus obras mezclan mitología, política y biografía, y han sido expuestas tanto en India como en el MoMA de Nueva York. En Remembering Toba Tek Singh, Malani retoma el relato de Manto y lo convierte en una instalación multimedia donde la locura y la historia se entrelazan.
La herida sigue abierta: Cachemira y la actualidad
El conflicto no es solo memoria: sigue activo, impredecible, dolorosamente vigente. A finales de abril, el conflicto escaló una vez más cuando Nueva Delhi lanzó bombardeos contra territorio paquistaní y se desató un cruce de disparos de artillería en la disputada región de Cachemira, dejando decenas de muertos. Se trata de los peores enfrentamientos entre ambas potencias nucleares en décadas. La violencia estalló tras un atentado en Pahalgam, en la parte india de Cachemira, que dejó 26 muertos. India responsabilizó a Pakistán por el ataque, aunque Islamabad lo negó tajantemente.
Desde 1947, Cachemira, una región de mayoría musulmana, ha estado dividida y disputada, atrapada entre dos nacionalismos en pugna. Cada enfrentamiento, cada atentado, cada amenaza de represalia, como las que siguieron tras este reciente ataque, reactiva las tensiones históricas, y con ellas, las narrativas del enemigo, del otro, del que no pertenece.
¿Cómo sanar una frontera?
Frente al discurso oficial que simplifica el conflicto como una rivalidad eterna, el arte ofrece matices. Nos recuerda que la línea que divide no es solo geográfica, sino emocional. Y que detrás de cada frontera, hay historias que se resisten a ser olvidadas.
Mientras los gobiernos intercambian acusaciones y las armas resuenan en el valle, cineastas, escritores y artistas siguen creando espacios para la memoria, la empatía y la crítica. Cada obra que se atreve a mirar de frente esa herida, cada historia que humaniza al enemigo, es también una forma de resistencia. Porque hay fronteras que solo el arte puede cruzar.
Anitzel Díaz
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