El pequeño teporingo y su batalla contra la extinción
- anitzeld
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Actualizado: hace 4 días
🐇 En las faldas de los volcanes mexicanos habita un conejo casi invisible: el teporingo. Endémico y en peligro de extinción, hoy también es símbolo cultural y ambiental.

En las alturas del Eje Neovolcánico, entre pastizales fríos y piedras volcánicas, habita un animal que casi nadie ha visto y que, sin embargo, forma parte esencial de la biodiversidad mexicana: el teporingo. También llamado zacatuche, este pequeño conejo endémico lleva más de cuatro décadas en la lista de especies en peligro de extinción, atrapado entre la deforestación, las carreteras y la presencia humana que fragmentan su hábitat.
“Al teporingo no le gusta convivir con los humanos”, advierte Alejandra Alvarado Zink, investigadora de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM. Sus poblaciones viven aisladas en parches de bosque y pastizal de los volcanes, lo que los hace especialmente vulnerables.
Una lucha silenciosa
El avance urbano, la tala, la recolecta de madera y hasta el aprovechamiento de hongos alteran de manera constante el equilibrio de su entorno. Y aunque se trata de un animal discreto —más pequeño que un gato doméstico y de orejas cortas— cumple un papel crucial en la dinámica ecológica de las montañas.
El problema es doble: además de la presión humana, la especie tiene una reproducción lenta. Sus camadas suelen ser de apenas dos crías, a diferencia de otros conejos que pueden tener hasta 20. Esto hace mucho más difícil su recuperación natural.
“No se puede conservar a una especie sin su medio ambiente y sin los animales con los que convive, porque entonces no tendría ni alimento ni depredadores”, explica Alvarado Zink.

Un animal con historia
Los pueblos originarios del altiplano conocían al zacatuche desde tiempos prehispánicos, lo cazaban de manera ocasional y lo mencionaban en códices por su relación con el paisaje de los volcanes.El nombre náhuatl zacatuche —de zacatl (pasto) y tochtli (conejo)— es el que se conserva en la tradición, mientras que teporingo se adoptó en el español mexicano más tardíamente.
Más allá de su rareza, este conejo ha sido un símbolo de la vida en las montañas. En relatos indígenas, aparece asociado a la fertilidad de la tierra y al equilibrio de los ciclos agrícolas. Incluso su carácter discreto se interpreta como un recordatorio de que la vida silvestre prospera mejor lejos de la intervención humana.
El misterio del zacatuche
El teporingo habita principalmente en zonas de zacatales de alta montaña, de ahí su nombre en náhuatl. Es tan esquivo que pocos han tenido la fortuna de verlo en libertad. Con su cuerpo compacto y su aspecto que recuerda más a un roedor que a un conejo común, pertenece a un grupo distinto: los lagomorfos, que lo emparentan con conejos y liebres, pero lo distinguen genéticamente.
Su rareza lo ha vuelto casi invisible para la mayoría de los mexicanos, pese a ser una especie emblemática y símbolo de los ecosistemas volcánicos del centro del país.
El teporingo como símbolo cultural
Aunque en los códices prehispánicos no se identifica de manera clara al teporingo como especie, en tiempos recientes este pequeño conejo de montaña ha adquirido un lugar destacado en la cultura visual mexicana, sobre todo ligado a la defensa ambiental y a la identidad de las comunidades que habitan cerca de los volcanes.
En Amecameca y Tlalmanalco, poblaciones del Estado de México situadas al pie del Popocatépetl e Iztaccíhuatl, el teporingo aparece en murales comunitarios realizados durante la última década. En ellos, el zacatuche se representa como guardián de los pastizales de altura, acompañado de volcanes nevados y elementos del paisaje local. Estas obras buscan reforzar la idea de que la conservación de la especie es también la protección del territorio y de la memoria de las comunidades.
Algunos artistas contemporáneos también lo han retomado en pintura y gráfica. Por ejemplo, la ilustradora científica Diana Hernández, en colaboración con la CONABIO, realizó en 2019 una serie de carteles sobre fauna en riesgo, donde el teporingo ocupa un lugar central como “conejo de los volcanes”. En exposiciones de arte ambiental, como las organizadas en el Museo de Historia Natural de la CDMX, el teporingo ha sido presentado como símbolo de resistencia ecológica frente al avance urbano.

El reconocimiento institucional llegó también a través de la filatelia: en 2009, el Servicio Postal Mexicano emitió una estampilla del teporingo dentro de la serie “Especies en peligro de extinción de México”. En el sello aparece con las orejas cortas y el pelaje café oscuro, enmarcado por zacatales, reforzando su valor como patrimonio natural.
Hoy, más allá de su rareza biológica, el teporingo se ha convertido en un ícono cultural y ambiental, emblema de la vida que sobrevive en los volcanes y de la urgencia de preservar esos ecosistemas.
Un futuro incierto
La conservación del teporingo no depende solo de proteger a la especie, sino de resguardar el conjunto de su hábitat. Sin zacatales, sin presas ni depredadores naturales, este pequeño mamífero perdería la red ecológica que lo sostiene.
En palabras de la especialista de la UNAM, la permanencia del conejo zacatuche en los volcanes mexicanos está ligada directamente a nuestra capacidad de frenar la fragmentación de los bosques y de repensar la relación con esos paisajes que, aunque parecen lejanos, son vitales para la biodiversidad nacional.
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