A mi no me lo contaron, yo lo viví
- anitzeld
- 27 sept
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Crónica de una muchacha espirituana en los días de la Cuba de Batista
Yo tenía quince años y estaba en primer año de instituto cuando mi hermana y yo empezamos a meternos en actividades contra la dictadura de Batista. Era 1955, me acuerdo clarito. La primera vez fue en una huelga en apoyo a los obreros azucareros, que peleaban por el diferencial, ese dinero que les robaban descaradamente.
Nosotras no íbamos a hacer mucho, solo cerrar el tránsito en la doble avenida del pueblo. Pero aquello se calentó. Ayudábamos a pasar botellas con mechones encendidos, y entre todos tirábamos piedras, palos, gomas viejas. Desde una azotea alguien gritó: “¡La jara, caballero!”. Y ahí mismo, a correr.
Fue un desparramo de estudiantes. Yo salí por una calle lateral, con el corazón queriéndome reventar. Escuché el galope de caballos y me escondí en la puerta de una casa, pegadito a la pared. Ahí vivía el profesor Michelena. Le toqué fuerte, pero no abrió. Vi pasar dos guardias con sables enormes, montados en caballos que parecían gigantes. No me vieron. Cuando ya estaban lejos, salí disparado para la casa.
Mi madre, al verme con las manos y la ropa llenas de tizne, casi se infarta. Me empujó directo al baño, preguntando a gritos por mi hermana, que apareció al rato. Y yo, con el susto todavía en el cuerpo, sentía el galopar de aquellos caballos como si los tuviera encima.
Así empezó todo.

Con el tiempo nos metimos más en las protestas: desfiles con la bandera cubana, cintas negras atadas con nudos en los brazos para que la policía no pudiera arrancarlas. Ellos nos caían a palos y nosotros, en vez de soltar, nos apretábamos más. Mi madre siempre desesperada, corriendo detrás de nosotros en el parque, tratando de alcanzarnos mientras se llevaban a los muchachos presos.
A mediados del 58 el Instituto cerró y las cosas se pusieron más clandestinas. Nos reuníamos en la puerta trasera, donde vivía el bedel Armando Salgado con su familia. Era como una casa de resistencia: ahí se guardaba, se pasaba mensaje, se organizaba.
En esos meses conocí a Manolo Pérez Madrigal, profesor de letras y voz rebelde en Radio Sancti Spíritus. El hombre tenía un humor ácido en una sección que llamaban Puntillitas. Cada vez que salía de la emisora, lo esperaba la Guardia para llevárselo preso.
Lo seguía un chivato con espejuelos oscuros y sombrero blanco, un inspector de Obras Públicas que también me empezó a vigilar a mí. Más de una vez pasé sustos con ese hombre.
Una tarde iba al banco a depositar dinero de mi padre y me di cuenta de que me venía siguiendo. Me metí corriendo en la tienda de Agustín, un gallego amigo de la familia que estaba hasta el cuello en la conspiración. Me escondió en la trastienda, guardó el dinero en la caja fuerte y me dijo: “Quédate aquí un rato, niña, no salgas todavía”. A ese hombre le debo que no me agarraran aquel día.
El barrio entero estaba en la cosa. Casi todas las casas ayudaban a los alzados: comida, medicinas, armas escondidas en cajas de bacalao. Esa solidaridad era lo que nos mantenía en pie.
Pero la represión apretaba cada vez más. Nos limitaban las salidas de noche, los guardias estaban en todas partes y, aun así, los alzados bajaban del monte y se movían por el pueblo como sombras. Cada día había noticias de presos, de allanamientos, de vecinos con colchones rajados por las bayonetas buscando armas o muchachos señalados.
Hasta que llegó diciembre del 58.
Un B-26 ametralló Sancti Spíritus en la madrugada del 21. Volaba bajito, alumbrado por otro avión con un foco. Nos escondimos debajo de la cama, con los perros incluidos. Nunca imaginamos pasar por eso. No hubo muertos, pero al amanecer, la ciudad era un hervidero.
Esa misma noche vimos al capitán Armando Acosta con un grupo que venía a quemar la Feria Ganadera para tomar posiciones contra el cuartel. Y antes de que saliera el sol, las tropas del Directorio entraban por Sobral. Fue una fiesta: abrazos, lágrimas, el pueblo entero en la calle.
El 23 de diciembre la ciudad se levantó contra el cuartel. Los rebeldes instalaron una ametralladora en la azotea del Instituto apuntando directo. El pueblo tomó las calles y los guardias, muertos de miedo, huyeron hacia Jatibonico. Sancti Spíritus fue la primera ciudad de importancia liberada sin un solo tiro.
El 5 de enero del 59 llegaron las noticias: Fidel venía en la caravana. Esa noche entró por El Majá y El Jíbaro. Habló desde el balcón del Hotel Progreso. Yo no lo vi, la multitud era demasiado. Corríamos de un lado a otro, detrás de los tanques, buscando escucharlo.
En ese correteo conocimos a Mario Carranza, un guatemalteco que venía con los rebeldes. Lo invitamos a casa, donde desayunó chocolate y casi se nos desmaya: hacía meses que no probaba nada caliente. Almorzó arroz con pollo, se lavó la cara, nos contó su historia y se marchó. Solo después supimos que era el jefe de aquella caravana.
El 6 de enero, Día de Reyes, la ciudad no durmió. La Carretera Central estaba tomada, los tanques avanzaban y el pueblo entero se lanzó a la calle. Fue el verdadero amanecer de la libertad.
Con el triunfo llegaron nuevos tiempos. En febrero volvimos a clases, formamos parte de la Asociación de Alumnos Revolucionarios y hasta ayudamos a alfabetizar a soldados rebeldes acantonados en una quinta del Paseo Norte.
En 1960 nos becaron en la Universidad Central. Escogimos Ingeniería Química. La universidad hervía de ideas y entusiasmo; sentíamos que estábamos construyendo el país desde los pupitres.
Y en abril de 1961 nos sumamos, como brigadistas Conrado Benítez, a la Campaña de Alfabetización. Viajamos al campo, compartimos la vida de los campesinos, enseñamos a leer y escribir, y aprendimos de ellos lo que no enseñaba ningún libro. Fue duro, pero hermoso.
Hoy, tantos años después, sigo sintiendo ese orgullo sano de haber sido parte. Éramos jóvenes, rebeldes, llenos de ilusiones y de valor. Y cuando nos reencontramos, sabemos que no fue en vano: abrazamos las ideas de la Revolución y seguimos junto a sus líderes en este camino que comenzó en aquellas noches de miedo, tizne y caballos desbocados.
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