¿Qué está pasando en Venezuela y América Latina tras la designación del Cártel de los Soles como organización terrorista?
- anitzeld
- 27 ago
- 3 Min. de lectura
Venezuela se atrinchera y América Latina se divide tras la designación del Cártel de los Soles como terrorista

Chavismo cierra filas en Venezuela
La decisión de Estados Unidos de designar al Cártel de los Soles como organización terrorista generó una reacción inmediata en Caracas. Nicolás Maduro respondió con una movilización masiva de hasta 4,5 millones de milicianos en un gesto de fuerza interna y propaganda. “Dejen quieto al que está quieto” fue la consigna que unió a las bases chavistas, desde el Palacio de Miraflores hasta los cuarteles militares.
El ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, y el canciller Yván Gil calificaron la medida como una “maniobra de agresión” y acusaron a Washington de fabricar un enemigo para justificar sanciones y operaciones militares en el Caribe. A su vez, Diosdado Cabello denunció supuestas redes opositoras “conspirando con terroristas” y llamó a intensificar la vigilancia en todo el territorio.
Mientras tanto, la oposición venezolana se mantiene dividida. Desde el exilio, María Corina Machado celebró la decisión de Washington como una forma de debilitar al régimen, aunque dentro del país persiste el escepticismo: ¿serán estas sanciones otro golpe simbólico o un verdadero quiebre en la estructura del chavismo?

Recompensas millonarias y despliegue militar en el Caribe
Con la etiqueta de “terrorista” sobre el Cártel de los Soles, Estados Unidos duplicó la recompensa por Nicolás Maduro a 50 millones de dólares y extendió sanciones a militares, funcionarios y empresarios ligados a la cúpula chavista.
En paralelo, el Pentágono desplegó buques de guerra, marines y aviones en el Caribe, con autorización presidencial para actuar contra cárteles clasificados como terroristas. Para el gobierno venezolano, este movimiento equivale a un intento velado de intervención y cambio de régimen.
América Latina: apoyos y rechazos a la medida
La reacción en la región fue inmediata y polarizada.
Argentina, Ecuador y Paraguay se sumaron a la designación y declararon al Cártel de los Soles como grupo terrorista dentro de sus marcos legales. En Buenos Aires, el gobierno incluso lo inscribió en el RePET, la lista oficial de organizaciones terroristas.
Expresidentes latinoamericanos, reunidos en el Grupo Libertad y Democracia, respaldaron la decisión de EE.UU. y advirtieron sobre el rol del cártel en la expansión del Tren de Aragua y la crisis migratoria.
Pero la otra cara vino desde Colombia. El presidente Gustavo Petro minimizó la existencia del Cártel de los Soles, comparándolo con las “armas de destrucción masiva en Irak”. Según él, se trata de una narrativa fabricada que puede abrir la puerta a una nueva intervención extranjera en la región.
¿Amenaza de seguridad o excusa de intervención?
La designación del Cártel de los Soles como organización terrorista abre un dilema en América Latina: para algunos gobiernos es una herramienta legal y diplomática contra el narcotráfico; para otros, es un riesgo de militarización y pérdida de soberanía.
En Venezuela, la medida refuerza el discurso de Maduro como líder sitiado por potencias extranjeras, mientras la oposición intenta capitalizar la presión internacional. En el plano regional, el mapa muestra fisuras claras: aliados que se alinean con Washington y voces críticas que ven la etiqueta de “terrorista” como una pieza más en el tablero geopolítico.

Consecuencias inmediatas para la población venezolana y la diáspora migrante
Más allá de la retórica militar y las tensiones diplomáticas, el impacto real se siente en la vida cotidiana de millones de venezolanos. Dentro del país, la designación del Cártel de los Soles como organización terrorista ha disparado la incertidumbre económica: bancos internacionales endurecen controles, empresas extranjeras frenan inversiones y las sanciones complican aún más el acceso a divisas y financiamiento. Para la población, esto se traduce en inflación, escasez y mayor dependencia de remesas.
La presión también alcanza a la diáspora venezolana, que supera ya los ocho millones de personas en todo el mundo. En países como Colombia, Perú y Chile, los migrantes temen que la narrativa que asocia a Venezuela con “terrorismo” y al Tren de Aragua incremente la estigmatización y el rechazo social. De hecho, organizaciones de derechos humanos advierten que podrían crecer las deportaciones y las restricciones de ingreso en frontera.
En este nuevo escenario, la gente común paga el precio de una disputa que se libra en los niveles más altos de la política y la seguridad internacional. Mientras Washington y Caracas endurecen posiciones, el venezolano de a pie —dentro y fuera del país— enfrenta la misma pregunta: ¿cuánto más se puede resistir bajo sanciones, hiperinflación y migración forzada?
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