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Nohoch Mul: la montaña que reaparece después de seis años de silencio

  • anitzeld
  • hace 56 minutos
  • 4 Min. de lectura

En Cobá, donde los caminos blancos todavía parecen el trazo de un animal antiguo, Nohoch Mul se levanta como una montaña detenida en el tiempo. Muchos la recuerdan por su vista: 42 metros de altura que permiten ver cómo la selva respira. Otros, por el pulso del pasado que se siente en cada escalón. Pero ahora será recordada por otra cosa: su regreso.


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Después de seis años de obras, la pirámide maya más alta de la península de Yucatán volverá a abrir sus “puertas”. Desde 2019, el ascenso estuvo prohibido. El INAH decidió cerrarla cuando la piedra comenzó a acusar cansancio: humedad, raíces, el desgaste de miles de turistas que subían cada día como si la historia fuera un recuerdo infinito. La estructura necesitaba un respiro.


Ese respiro llegó en julio de 2025, cuando el Instituto y los ejidatarios de la región pactaron un proyecto de restauración. No fue solo limpiar maleza o reforzar muros: se instaló una escalinata de madera que recubre los 120 escalones originales, un puente temporal para que la pirámide pueda seguir en pie sin exponerse tanto. Nohoch Mul vuelve, pero con condiciones; un recordatorio de que el pasado también tiene límites.


La pirámide siempre ha sido más que una postal turística. Fue el edificio principal de una ciudad que unía el interior de la península con la costa caribeña. Los gobernantes subían hasta su templo superior —esa pequeña construcción que corona la cima— para observar la ruta, medir la luz y sostener la vida política de Cobá. De noche, la estructura era un diálogo con los dioses; de día, un anuncio de poder.


La ciudad misma guarda sus propios misterios. Desde 1972, el INAH mantiene un proyecto constante de investigación entre árboles que no dejan de avanzar. Fue ahí donde, en agosto de 2024, apareció un panel monumental de 11 metros cuadrados con 123 jeroglíficos. Entre las líneas, por primera vez, una fecha clara: mayo de 569 a.C., la fundación de Cobá. Una ciudad más antigua de lo que se creía, más compleja, más conectada con la red de pueblos que atravesaban la península.


Hoy Cobá sigue incrustada en la selva, 40 kilómetros al poniente de Tulum, como una estación en la ruta que une Mérida con la costa. El visitante llega y encuentra una ciudad viva en su silencio: estelas rotas, sacbés que se pierden en la maleza, familias mayas que cuidan la zona como parte de su propio territorio.


Y al centro, Nohoch Mul, la gran montaña que aprendió a guardar silencio. Ahora reaparece, renovada, consciente de su fragilidad. Una pirámide que regresa no para ser conquistada otra vez por el turismo, sino para recordarnos que la historia también necesita pausas, maderas temporales y acuerdos comunitarios para seguir en pie.


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Cobá: la ciudad que escribe su historia en la piedra


Cobá siempre ha sido una ciudad que se deja descubrir por capas. Bajo la selva espesa, entre aguadas y caminos de piedra, la arqueología sigue encontrando piezas que reacomodan la historia. El hallazgo más reciente llegó a 160 metros de Nohoch Mul, donde una aguada escondía algo más que agua estancada: un tablero de roca con un texto jeroglífico tallado hace siglos, cubierto por tierra, sales y raíces que lo mantenían oculto.


El INAH reveló el descubrimiento durante una de las conferencias matutinas del gobierno federal: un panel de más de 11 metros cuadrados, con 123 cartuchos jeroglíficos dispuestos en forma de L. No era solo una inscripción; era una puerta a la memoria política de Cobá. El estudio preliminar señaló una fecha precisa: 12 de mayo del año 569 d.C., la fundación del pueblo llamado Keh Witz Nal, la “Montaña del Venado”. También apareció el nombre de un soberano hasta ahora desconocido, K’awiil Ch’ak Chéen, pieza faltante en la sucesión dinástica de esta ciudad-Estado que tuvo al menos 14 gobernantes, tres de ellos mujeres.


El panel mezcla acontecimientos históricos con relatos míticos. Habla de dioses tutelares como Bolón Tz’akab Ajaw, “Señor de las innumerables generaciones”, protector de las dinastías del maíz y del cacao. Y confirma una práctica clave: muchos gobernantes adoptaban el nombre del dios K’awil para heredar sus atributos protectores.


El Promeza —el programa de mejoramiento de zonas arqueológicas vinculado al paso del Tren Maya— amplió su trabajo en Cobá para rescatar el tablero. Después de una limpieza minuciosa, comenzó la restauración: inyecciones de morteros de cal para fortalecer la roca y un registro de alta precisión para generar modelos 3D que permitan descifrar la inscripción completa. Una intervención quirúrgica para que la piedra siga hablando.


Cobá no es la única beneficiada. El Meco, Tulum, Muyil, Xel-Há, Sian Ka’an y el circuito Paamul II también reciben investigación, conservación y nueva infraestructura. 

En Tulum, incluso se prepara el Museo de la Costa Oriental, que abrirá con piezas rescatadas en estos trabajos. Pero es en Cobá donde la historia parece reescribirse con más fuerza: una ciudad que, después de 1,300 años de vida continua, aún revela nombres, fechas y dioses que habían quedado atrapados en la roca.

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