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Los rarámuri que corren: entre la resistencia y la memoria

  • anitzeld
  • 23 jun
  • 3 Min. de lectura

A lo largo de la historia, los rarámuri —también conocidos como tarahumaras, que en su lengua significan “los pies ligeros”— han demostrado una capacidad extraordinaria para correr distancias extremas, una manifestación de su estrecha relación con la naturaleza y su cultura. En fechas recientes, esta herencia ha trascendido fronteras, mostrando con orgullo su fortaleza en competencias internacionales.


En esa zancada larga y silenciosa se condensan siglos de historia, cosmovisión y resistencia. Y aunque las cámaras suelen enfocarse en los ganadores, hay figuras que deslumbran desde otro lugar: desde la dignidad.


Una de ellas es María Isidora Rodríguez, corredora incansable, mujer rarámuri y parte del equipo RaRaRa, que en 2024 volvió a hacer historia. Participó en The Speed Project, una carrera brutal de 550 kilómetros entre Santa Mónica y Las Vegas. No es una metáfora: son quinientos cincuenta kilómetros a través del desierto, día y noche, en relevos. María corrió con sus huaraches, su falda tradicional, su cuerpo entrenado en los caminos de Guachochi y su espíritu imbatible. No solo cruzó meta, cruzó fronteras. Lo hizo por ella, por su comunidad, por todas las mujeres indígenas que han sido borradas del relato deportivo.


Pero la historia de María no empieza en California. Su carrera ha sido forjada en los barrancos del norte de Chihuahua, donde desde pequeña corrió como forma de vida. Ha destacado también en el Ultra Maratón Caballo Blanco, uno de los eventos más emblemáticos de ultradistancia en el mundo, nacido precisamente del respeto que los corredores internacionales sintieron al ver competir a los rarámuri.


María Isidora no corre por fama. Corre para honrar el legado de sus ancestros, corre con el alma y el viento, como quien sigue un llamado que viene desde la tierra. Cada paso suyo es también una respuesta a la invisibilización histórica, a la idea de que el deporte solo ocurre en estadios. Ella corre donde hay polvo, cactáceas y sol, donde el cuerpo no compite, resiste.


En marzo de 2024, seis mujeres rarámuri participaban en The Speed Project, una carrera de relevos de 550 kilómetros desde Los Ángeles a Las Vegas. Con vestimenta tradicional y huaraches, el equipo —integrado por Verónica Palma, Isadora Rodríguez, Yulisa Fuentes, Lucía Nava, Rosa Ángela Parra y Argelia Orpinel— ocupó el tercer lugar, recorriendo cerca de 90 kilómetros cada una en pruebas sin descanso durante dos días y dos noches. Este logro subraya no solo el rendimiento físico, sino también el fuerte mensaje cultural de resistencia y orgullo indígena.


En diciembre de 2024, en la carrera internacional De Mar a Mar (105 km divididos en tres etapas entre el Golfo de California y el Pacífico), destacados corredores rarámuri brillaron también. Reyes Litro Satebo obtuvo el segundo lugar con un tiempo de 10h42m, mientras que Juan Contreras García se ubicó tercero con 11h01m. En la rama femenil, Rosa Ángela Parra Cruz y Mayra González Bautista reafirmaron su habilidad en ultradistancias. Estos resultados refuerzan el papel de la comunidad rarámuri en escenarios deportivos de alto nivel.


Por su parte, Verónica Palma Cruz sumó éxitos académicos y deportivos: tras su participación en The Speed Project, obtuvo medalla de oro en los Juegos Mundiales Máster de Pueblos Indígenas 2023 en Ottawa, Canadá, y en 2024 se ubicó sexta en la carrera The Flying Squirrel en Carolina del Norte, además de ganar en su categoría.


No se puede ignorar la actuación reciente de corredores masculinos en pruebas de fondo. En el Backyard World Championship y The Last One Won Backyard Ultra (2022), atletas como Reyes Giltro Satebo recorrieron entre 442 y 530 kilómetros en 66 a 80 horas continuas, eclipsando todos los récords y colocando a México en el top mundial.


La historia reciente de los pies ligeros muestra una combinación poderosa de destreza física, identidad cultural y resiliencia social. Sus trajes tradicionales, su forma de correr, su comunidad y sus éxitos internacionales narran un orgullo ancestral que no solo resiste el paso del tiempo, sino que lo transforma en triunfo ante el mundo.


En un mundo que aplaude récords sin mirar raíces, la historia de María Isidora Rodríguez nos recuerda que correr puede ser un acto político, espiritual y profundamente humano. Porque ella no necesita reflectores: con cada zancada reafirma una identidad que ha sobrevivido a siglos de desplazamientos y racismo. Corre con huaraches, sí, pero sobre todo con la fuerza de una memoria que aún no se ha rendido.

Y eso —más allá de los podios— también es una victoria.

 
 
 

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