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La personalidad oscura como activo electoral

  • anitzeld
  • 29 jun
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 30 jun


Un estudio en el que participa la Universidad de Lausana revela que líderes con rasgos narcisistas o despiadados reciben el apoyo del electorado más polarizado.


El ascenso de figuras políticas como Donald Trump en EE. UU., Javier Milei en Argentina —con su célebre motosierra— y Andrés Manuel López Obrador en México ha puesto sobre la mesa el papel que juega la personalidad en el éxito electoral. En el caso de Trump, que llegó a decir “yo soy el único que puede arreglar esto”, o de López Obrador, quien ha declarado que tiene una “autoridad moral” incuestionable, surge la pregunta: ¿actúan guiados por una estrategia emocional o por puro ego?


En contextos democráticos cada vez más polarizados, los líderes carismáticos con posturas extremas parecen tener una ventaja. Pero ¿por qué? ¿Cómo influye su personalidad en el respaldo que reciben?


Un liderazgo de rasgos oscuros


Un estudio liderado por investigadores en Suiza y Países Bajos analizó 40 elecciones entre 2016 y 2021 y encontró un patrón inquietante: los líderes con lo que los psicólogos llaman la tríada oscura de la personalidad —narcisismo, maquiavelismo y psicopatía— tienden a tener más apoyo entre electores que sienten una fuerte aversión hacia quienes piensan diferente.


La relación no es uniforme: el llamado “efecto interno” indica que este fenómeno ocurre principalmente entre votantes que ya se identifican con el líder. Es decir, estas personalidades no necesariamente convencen a nuevos electores, pero sí refuerzan la fidelidad y la hostilidad hacia el “otro” entre su base.


Este patrón no es exclusivo de una ideología. Aunque muchos casos son de corte populista o autoritario, los investigadores no encontraron que la derecha o la izquierda tuvieran el monopolio de las personalidades oscuras. Sin embargo, sí observaron que estas características son más frecuentes entre líderes con estilos personalistas y discursos antiinstitucionales.

Según el estudio, que analizó a 91 políticos y políticas de alto nivel, entre ellos Trump, Narendra Modi, Emmanuel Macron y Angela Merkel, la relación entre personalidad y polarización no se dan en todos los casos. Constata, por el contrario, un significativo «efecto interno». Es decir, la asociación solo se observó entre el electorado que ya se identificaba estrechamente con la ideología del político en cuestión. No afectó a quienes, en un principio, no apoyaban tanto sus ideas.


El estudio respalda así conclusiones anteriores según las cuales "los políticos [y políticas], a menudo populistas, con una personalidad oscura, divisiva e intransigente […] tienden a no gustar al público en general, mientras que al mismo tiempo son bastante populares entre el electorado más agresivo".

El efecto, mientras tanto, no se limita a un lado del espectro político: ni las personalidades oscuras ni la polarización son fenómenos exclusivos de la izquierda o la derecha. Quienes han realizado la investigación, sin embargo, escriben:


"los rasgos oscuros parecen ser especialmente frecuentes entre autócratas y populistas, lo que sugiere una intersección potencialmente nefasta entre líderes [y lideresas] intransigentes, desconsolidación democrática y polarización afectiva".

El caso mexicano: carisma y confrontación


En México, el fenómeno se manifiesta de forma clara en la figura de Andrés Manuel López Obrador. Si bien su popularidad se apoya en políticas sociales y una narrativa de cercanía con “el pueblo”, también se ha nutrido de un estilo polarizante. AMLO ha acusado a medios de comunicación, jueces, intelectuales y opositores de formar parte de una “mafia del poder”. Esta retórica no sólo ha consolidado su base, sino que ha elevado el nivel de animadversión entre bandos políticos, un claro ejemplo de polarización afectiva.


Aunque López Obrador no siempre encaja del todo en los rasgos más extremos de la tríada oscura, sí ha demostrado un estilo autorreferencial, poco tolerante con la crítica y profundamente confrontacional. Su liderazgo ha reconfigurado el debate político, donde muchas veces el centro de la discusión no es tanto la política pública como la figura del propio presidente.


¿Oferta o demanda?


Frederico Ferreira da Silva, coautor del estudio y profesor en la Universidad de Lisboa, explica que la investigación no determina si estas personalidades son una respuesta a lo que la gente pide o si son líderes que moldean las emociones del electorado desde arriba. La respuesta, como suele ocurrir, está en un punto medio.


“Una personalidad oscura se ha convertido incluso en una baza electoral”, advierte Ferreira da Silva. Esto tiene consecuencias preocupantes para la salud democrática, ya que los votantes más polarizados también son los más dispuestos a aceptar retrocesos institucionales si eso favorece a su líder.


Democracia a prueba


La personalidad de un líder puede ser tan influyente como sus propuestas. Y en tiempos de vacío ideológico, como apunta Ferreira da Silva, el discurso emocional —no racional— gana terreno. Los partidos tienen pocos incentivos para moderarse si las personalidades más divisivas obtienen los mejores resultados en las urnas.


Los medios de comunicación también juegan un papel clave. En países donde hay pluralidad informativa —como gran parte de Europa o, en menor medida, México— la polarización se modula. Pero cuando los medios son partidistas o están concentrados, la dinámica emocional se intensifica.


Mientras tanto, la personalidad sigue siendo un factor electoral cada vez más determinante. Y como el caso de López Obrador demuestra, la capacidad de polarizar puede ser tan eficaz como cualquier plan de gobierno.


Con INFO de Swissinfo

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