Gabriela Jiménez: el pulso vital de los timbales en Minería
- anitzeld
- 26 ago
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Cuando en una orquesta los timbales se llevan la atención del público, es por algo... Gabriela Jiménez siempre ha sido ese acento de la orquesta: el ritmo, el baile. En una sinfónica, el timbalista no es un mero acompañante: su golpe preciso puede desencadenar un clímax, sostener la tensión dramática o sellar el silencio con un eco rotundo. Los timbales son el guardián del pulso colectivo, la fuerza que organiza y empuja. Ese rol, en la Orquesta Sinfónica de Minería, tiene nombre y apellido: Gabriela Dolores Jiménez Lara, timbalista principal desde 1991 y una de las intérpretes más queridas por el público.
Jiménez ha vivido más de tres décadas de música bajo la batuta de los cuatro directores artísticos que ha tenido la orquesta: Jorge Velazco, Luis Herrera de la Fuente, León Spierer y Carlos Miguel Prieto. “Cada uno dejó su huella: Velazco, elegancia; Herrera, magnificencia; Spierer, gusto; Prieto, innovación”, resume ella misma. Esa convivencia le permitió crecer como creadora de un sonido y estilo propios, dentro de un colectivo donde, dice, “cada parte es necesaria, en total libertad responsable”.
Dentro de la orquesta, el timbalista no sólo cumple la función de sostener la base rítmica y dar carácter a los pasajes más dramáticos, sino que también ejerce un rol de liderazgo. En percusiones —y en especial en timbales— existe un papel directivo natural: el timbalista principal suele ser considerado un “segundo director rítmico”. En obras de Mahler, Stravinski o Revueltas, por ejemplo, los timbales marcan transiciones, cortes y clímax, y el director depende mucho de esa guía.
Gabriela Jiménez lo resume con sencillez: “Lo considero una extensión de mí, y simultáneamente me considero una extensión de él”, dice sobre su instrumento. Esa intimidad con los timbales, cultivada a lo largo de más de tres décadas en la Orquesta Sinfónica de Minería, la ha convertido no sólo en una intérprete de enorme precisión, sino en una guía rítmica y expresiva indispensable para la orquesta.
El timbal como extensión del cuerpo
Formada en el Conservatorio Nacional de Música y más tarde en el Manhattan School of Music —donde fue la primera percusionista en ganar el concurso de solistas en cien años de historia—, Jiménez entiende los timbales como una prolongación íntima de su cuerpo. “Considero al instrumento una extensión de mí, y simultáneamente me considero una extensión de él”, explica. Su técnica rigurosa se combina con una presencia escénica que el público percibe como baile, aunque ella insiste: “Lo único que hago es concentrarme en tiempo, pulso, ritmo, melodía, armonía, textura y color”.
En escena, el papel del timbalista trasciende lo rítmico: se trata de dar carácter, dialogar con metales y cuerdas, construir atmósferas. Como solista, Jiménez ha mostrado ese rango en estrenos de compositores como Mayer Kupferman y Gabriela Ortiz. Con esta última desarrolló un trabajo cercano para el Concierto Voltaje para timbales y orquesta, estrenado en 2013, y más tarde adaptado como Suite Voltaje para giras internacionales. La obra, nacida de improvisaciones y conversaciones entre intérprete y compositora, se ha convertido en pieza de referencia para mostrar el potencial melódico y expresivo de los timbales.
Una artista favorita del público
Su entrega no pasa desapercibida. En cada temporada de Minería, los aplausos hacia Gabriela Jiménez suelen ser personalizados, con oyentes que la esperan a la salida para estrecharle la mano, pedir una foto o agradecerle. Ella lo vive como una “comunicación asertiva”: la música vibra en la sala, pasa por el cuerpo de los músicos y vuelve multiplicada en la emoción del público. “Cada movimiento que hago forma parte de la creación. El esfuerzo se convierte en enorme satisfacción cuando logramos esa comunicación directa, de corazón a corazón”.
Entre los bosques y los timbales
Fuera del escenario, Jiménez cultiva un equilibrio que alimenta su arte: vive en la montaña, rodeada de naturaleza, árboles y amaneceres que la reconcilian con lo esencial. Comparte la vida con su hija, su familia perruna y una rutina donde caben la lectura, el contacto con el bosque y hasta las series coreanas.
Tras una carrera que incluye premios como la Medalla Mozart, el George Schick Award y el Premio Nacional de la Juventud, Gabriela Jiménez se mantiene con la misma claridad de propósito: seguir tocando, enseñando, estrenando música y renovando, cada vez que levanta las baquetas, la certeza de que el ritmo es vida.
Al verla tocar, no es difícil entender por qué el público la busca al final de cada concierto. Gabriela Jiménez no sólo marca el tiempo: lo encarna. Cada golpe suyo, seco o expansivo, parece recordar que la música es ritmo, pero también latido. Y en ese diálogo entre el cuerpo, la baqueta y el tambor, la timbalista de Minería convierte el sonido en presencia. Al final, todo se reduce a algo simple: cuando haces algo que te apasiona, se nota.
Nota de Gabriela: el instrumento se llama TIMBALES (Pauken en alemán, Timpani en italiano, Timbales en francés). Y es porque su función es armónica, se usan dos o más.Anitzel Díaz
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