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Entre la calle y la palabra: el oficio de hacer periodismo

  • anitzeld
  • 6 jul
  • 3 Min. de lectura

“Ignacio y yo éramos amigos desde hacía mucho tiempo. Habíamos sido compañeros en un taller literario en el que éramos los únicos menores de 45 años. Ignacio, sin duda, era la estrella. Tenía el cabello largo, los ojos soñadores…”


En la calle se hacen los periodistas, ¿cuántas veces hemos escuchado una frase así?


Y es verdad, ¿dónde si no están las historias? ¿Dónde más conocerías personajes como el Calambres? ¿Dónde encontrarías esos paisajes arrasados, esas calles nunca transitadas?


Todos los que hemos reportado desde la calle hemos saboreado encuentros iluminadores, largas esperas, descubrimientos culinarios, desencuentros sobrios. Todos hemos llegado exhaustos, hemos olvidado compromisos, nos hemos quedado con la boca abierta ante lo que la gente tiene que contar. La realidad siempre supera la ficción, sobre todo aquí, en el rincón más lejano del surrealismo.


Vamos coleccionando historias: las que recordamos, las que se quedan con nosotros, las que hacemos propias, las que se combinan con las nuestras y las que nunca podremos contar. Nuestras huellas quedan grabadas en las calles que recorremos.


Los minutos se estiran, la tinta se seca, y las historias llegan sin pedir permiso: una madre que llora por su hijo desaparecido, un anciano que recuerda viejas batallas, una niña que sonríe a pesar del hambre. En la calle aprendí que el periodismo no es solo contar hechos, sino escuchar la vida en su estado más puro.


En la calle se hacen los periodistas, sí. Pero también se aprende a callar cuando hace falta, a esperar la hora justa, a mirar con los ojos abiertos y el corazón despierto. Porque la calle no solo entrega historias, también te roba la inocencia y te da a cambio una responsabilidad que no termina nunca.


En una sociedad donde el periodismo no solo sufre una fuerte crisis de credibilidad e identidad, sino pierde fuerza, es cuestionado y se quisiera anular, estas historias son una ventana a los entresijos de cómo se forma un periodista, y cómo un periodista evoluciona hasta convertirse en un contador de historias, reales o no.

Y así, entre cervezas a medianoche, cuadernos gastados y silencios compartidos, entendí que ser periodista es un acto de amor por la verdad que vive en el ruido y la calma de la calle.


En este sentido, tengo dos recomendaciones, no solo para disfrutar sino para entender:

La calle, del novelista Antonio Ortuño y el guionista Francisco Payó González. En una sociedad donde el periodismo no solo sufre una fuerte crisis de credibilidad e identidad, sino que pierde fuerza, es cuestionado y se quisiera anular, La calle es una ventana a los entresijos de cómo se forma un periodista y cómo evoluciona hasta convertirse en un contador de historias, reales o no. Antonio Ortuño se convierte en novelista, Payó González es cineasta, director y guionista.


" Francisco Payó González y yo somos amigos desde hace unos 25 años. Poco tiempo después de conocernos entramos a trabajar en dos periódicos de Guadalajara hoy extintos; esos periódicos fueron, en muchos sentidos, nuestras escuelas. Así nació La calle, una serie sobre periodistas, corrupción, borracheras, censura y conciertos de rock que fue divertidísima de escribir" AO



La Santa
La Santa

Y el relato periodístico corto, muy representativo de Gabriel García Márquez, La Santa que narra el secuestro de Margarito Duarte, una crónica que combina el tono fantástico con hechos reales. Narra la historia de un humilde funcionario colombiano que recorre Roma por décadas intentando que el Vaticano canonice a su hija, cuyo cuerpo se conserva incorrupto. La pieza mezcla realismo mágico con una crítica sutil al poder institucional y la fe. Puedes leerla como parte del libro Doce cuentos peregrinos.




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